
Me molestan las charlas triviales: -¿Dónde almorzaste hoy?- -He visto un local donde venden zapatos a precios muy rebajados.- -Descubrí un restaurante donde sirven comida sin azúcar agregada.- Bla, bla, bla. Yo parecía la única persona interesada en mantener una conversación seria, lo cual garantizaba el que la gente me mirara aterrorizada o con una expresión vaga. La mirada de terror era invariablemente seguida de la acuciante necesidad de tomarse un café o fumarse un cigarrillo. Yo me divertía jugando a un juego conmigo misma, tratando de adivinar quién se mostraría escurridizo y quién estaría interesado en cómo marchaba el mundo.
Por lo que a mí respecta creo que, inconscientemente, me prometí a mí misma que jamás me dejaría colonizar por las costumbres, las tradiciones, la sociedad, marido, niños o matrimonio...
No hay comentarios:
Publicar un comentario